lunes, 21 de julio de 2014

La Tinta, el Tintero y... El Dilema.

Regresamos al mundo de los vivos, se supone, porque el mundo de los vivos es más o menos la realidad.

Se supone que debería de ser uno de esos que escribe cantidad de entradas relatando historias fantásticas, divertidas, sorprendentes y demás, pero en realidad no es así. MI realidad se basa más bien en una obsesión compulsiva por soñar despierto y leer casi cualquier cosa que caiga en mis manos y el resto os lo podéis imaginar.

Es más, tengo la impresión de que, últimamente, se me tuercen las cosas más de lo normal o, tal vez, esté dándole vueltas a situaciones que no deberían preocuparme. El caso es que salto de tontería en tontería sin centrarme en lo que realmente importa y mira que tengo buenos amigos que están ahí, que me señalan no el mejor camino, si no un camino que no implique darme de cabezazos contra el mismo muro, pero debo ser muy burro porque me cuesta. Me cuesta horrores no darme cuenta de que ese mensaje que nunca llega, de que ese plan que se esfuma, en muchas ocasiones no es por mi culpa y de que la gente -al igual que yo- ya tiene suficiente con evitar que sus miedos y sus obsesiones acaben por devorarles.

Al menos, esta vez he tardado menos de lo habitual en darme cuenta y he podido retener un poco de ese tiempo que se me escapa entre los dedos para preguntarme si realmente vale la pena tanto esfuerzo por algo que no merece la pena.

Así que, venga, ahora a respirar profundo, coger carrerilla y no mirar hacia atrás porque puede que me convierta en una estatua de sal.

miércoles, 2 de julio de 2014

La Tinta, el Tintero y... La Finta.

Ha pasado mucho tiempo, quizá demasiado. Y lo mejor de todo es sentarse con una idea magnífica para escribir y justo cuando vas a pulsar la primera tecla desaparece de tu mente. Ahora mismo una sonrisa burlona se dibuja en mi cara por estar viviendo esta situación.

Para ser sinceros, he tenido una temporada realmente extraña. Una temporada en la que si tuviera que poner los pros y los contras en una balanza estaría perfectamente equilibrada. Lo malo es que al final me dejé llevar por el trabajo. En un intento de cambiar un poco, me di de bruces contra un muro. Varias veces. Aguanté lo inaguantable y conocí a gente que merecía la pena y a otra que bajo su apariencia anodina se escondía un alma amargada y rencorosa.

-Tal vez la culpa la tenga yo-, llegué a pensar. -Puede que con mis ganas de hacer cosas me esté extralimitando.- Pero no, gracias al cielo me demostraron que yo no tenía la culpa de nada. De la desesperación pasé al alivio y de ahí a la monotonía más fiera que os podáis imaginar. Hasta que se acabó el proyecto y caí en la cuenta de que nada, salvo continuar mi camino y hacer lo que de verdad te gusta, es tan importante como para tirar la toalla tan pronto.

Y por eso he vuelto, porque soy de esas personas cabezotas que aunque mi mundo se esté yendo al garete sé dónde se encuentra mi refugio y cuál es el camino que me lleva al otro lado del muro.