lunes, 29 de agosto de 2011

La Tinta, el Tintero y... el Embate

Tras dos semanas de inactividad me paro, respiro, pienso y sonrío – o al menos lo intento.

De vuelta a la carga, La rutina diaria a dos días de las vacaciones resulta insoportable. Mientras, el que suscribe se ha retirado del mundo. Angustiado, en parte, por no salir de un pozo en el que se ha metido sin mediar palabra con nadie. Dios mediante.

Le resulta doloroso el simple hecho de pensar en todo lo malo que cree que le ocurre. Cuentos inventados, leña en un fuego tan abrasador y tan blanco como lo es el llanto. En ningún momento nadie le ha señalado con el dedo demostrándole que todo lo que le da miedo es cierto.

Y sin embargo, aquí está. A rebosar de miedo, aturdido por unas risas humillantes cuyo nivel de voz no es más alto que el del silencio.

¿En qué momento perdió el control de sus sentimientos? ¿Cuándo dejó que sus miedos se transformasen en una realidad que nadie más es capaz de ver?

En cualquier caso, llevar puesta una careta cuando lo único que quieres hacer es llorar para demostrarte que aún posees sentimientos, no es una buena idea.

Al cabo de un tiempo, si la careta se funde con tu piel y tus sueños, los sentimientos se vuelven fríos como el acero...

De acuerdo, me paro, respiro, pienso y sonrío – o al menos lo intento.

domingo, 14 de agosto de 2011

La Tinta, el Tintero y... la Cárcel

Es Domingo y me ha dado por pensar.. En las palabras de aliento de los demás, en discursos que nadie se quiere aplicar. En mis tonterías, en mis proyectos que no terminan de arrancar. En todos esos momentos que me invento para soportar la carga de una soledad que ya no sé si quiero, si puedo o si es mi obligación soportar.

Eso de gritarle al mundo quien soy me suena a campaña de marketing barato de algún charlatán obsesionado porque otros cambien el mundo mientras él disfruta de los vicios y los placeres de esa misma sociedad que pretende moldear sin mover un dedo. Viendo como los demás se dejan el pellejo.

Tal vez sea que me gusta demasiado la oscuridad, y en cuanto poseo unas cuantas horas de libertad mi cuerpo huye de la luminosidad de los días, a la espera del silencio brindado por la luna. Ocho horas en donde me paro a pensar.

Tal vez sea que ya no me interesa hablar. Cuando observo lo que me rodea; las sombras y marionetas que se supone juegan dentro de la ciudad con sus hilos que las mueven sin necesidad de hablar, cierro la boca. A nadie le puede interesar. Y qué más, me lancé al vacío sin más objetivo que el de sentir el miedo por no tener el suelo bajo mis pies. Ahora que me encuentro en caída libre, pienso, ¿y cuando llegue al final?

Voces que lloran por el tedio que representan las horas consumidas en el fuego de una vida vacía, yo les digo ¿acaso vacía? ¿O fuiste tú, al igual que yo, quien decidió abandonarse a la espera de un mundo mejor? Como aquellos charlatanes que pretenden que otros cambien un mundo para justificar un resentimiento profundo que nunca supieron ni combatir, ni vencer.

En fin, tal vez sea que hoy, incluso siendo Domingo, me ha dado por pensar. Puede que lo peor de todo no sean las cervezas de más, sino que miro a mi alrededor y no tengo a nadie que me brinde una sonrisa y se lo pueda contar.

Me gusta demasiado la oscuridad...

sábado, 6 de agosto de 2011

La Tinta, el Tintero y... el Souvenir

Hoy no me apetece escribir palabras y frases en las manos del viento. Intentaré ser un poco más prosaico. Pero sólo un poco ¿eh?

Resulta, cada vez que pestañeo se me escapa el tiempo. Ha caballo entre el trabajo y mi casa los días se evaporan. Tan rápido como una gota de agua en mitad del desierto. Sentimientos encontrados, porque por una parte es un alivio no estancarme, sentir que todo avanza despacio. Sin embargo, siento que intento abarcar más de lo que puedo.

Leer, escribir, planchar, fregar, relajarme y disfrutar. De todo esto y mucho más se llenan mis días. A las 6 de la mañana suena el despertador y vuelta a empezar.

Días en los que me desespero porque parece como si no hubiera logrado nada, otros, en cambio, no podría contar todo lo que hecho. Un equilibrio entre lo que deseo y lo que me encuentro. Pasan las semanas y las hojas de mis cuadernos se van llenando con historias, de nunca acabar. De cuentos del día a día. Los escribo para no perderlos, atesorandolos, pequeños recuerdos escritos a mano.

El sol se levanta, se acuesta mientras flirtea con un cielo cargado de estrellas. Entretanto sigo con mis proyectos, mis ilusiones y desengaños enfrascado en un proyecto a largo plazo llamado existencia.