viernes, 24 de octubre de 2008

La Tinta, el Tintero y... el Abrazo

Intentaré tranquilizarme, respirar hondo. La lluvia lo empapa todo y el viento se encarga de esparcir las pocas lágrimas que me quedaban. Al otro lado del cristal aguarda la ciudad, impasible, gris y fría, en cualquier época del año. Todas sus risas, todas sus borracheras y todas sus histerias se acaban de transformar en un rugido, tan sobrecogedor que incluso a mí me provoca pánico. ¿No lo sientes? ¿Acaso estas tan sumamente ciego? Es imposible, perdiste tu propio corazón, tu propia alma, únicamente por perseguir un ideal colgado de una cuerda, como un asno que esta obligado a seguir adelante. No has comprendido absolutamente nada de este juego. Te has dejado llevar, sin más, sin pensar. Como yo. Como todos. Mientras, la lluvia continúa arrastrando todos los mitos y leyendas que una vez poblaron los sueños.

El reflejo de la ventana sigue llorando por mí, por todas las cajas de Pandora que una vez se abrieron. Liberando todos esos males que tan rápido abrazamos. En ese instante el propio cielo comenzó a llorar, la tierra a gritar, los árboles a susurrar historias hace tiempo olvidadas. ¿Os puedo contar un secreto? En el fondo de la famosa Caja de Pandora aún guarda el más temible de todas esas desgracias: la Esperanza. Pues es la única que sin medida puede acabar con todo lo que hemos construido, aunque mirándolo fríamente, tampoco es tan malo ¿verdad? Sólo aquel que la conserva continua luchando hasta el fin, persiguiendo sus sueños - por terribles que sean -, arrastrar hasta su agujero a todo el que contagia. El brillo de mis ojos - de tus ojos - me delata, sabía que llegaría el día, que lo tendría que reconocer. Estoy infectado, sobredosis de Esperanza, supongo - espero -. Este maquiavélico juego que hemos inventado posee las reglas más crueles que uno pueda imaginarse. - Aquel que posea la antorcha de la esperanza alimentará el fuego de la desesperación. - susurran inconscientes todas esas imágenes huecas. Pues jamás se nos recordará. Los pasos que demos serán borrado - la tierra se encargará de ello -, las palabras que digamos serán silenciadas - el viento las arrastrará lejos -, las historias que contemos o vivamos serán deformadas en nuestro perjuicio - los bosques seguirán hablando entre ellos -.

He dejado atrás la imagen del espejo, sentado en el banco de un parque cualquiera hojeo las páginas de mi vida, intentando sacar algún sentido, alguna trama que sirva de combustible. Noto una presencia a mi lado. Me susurra historias obscenas de finales retorcidos, fábulas de fantasía con miles de giros a gusto del consumidor, vidas encasilladas con sus sueños y sus esperanzas. - Quién eres - pregunto sin dirigirle la vista. Pero Destino nunca revela todas sus cartas, simplemente continua con su monótona lista, tampoco me mira. De vez en cuando, se ríe entre dientes, me analiza de arriba a abajo y prosigue, me tienta. Me lo sirve en bandeja de plata. - Esta vez, no. Ahora, no. - y desenfundó mi fiel H&K, cruzo la primera y última mirada con él y le vuelo la tapa de los sesos. Demasiadas mentiras, demasiadas veces has intentado confundirme, tirando de mis hilos. Intentando que crea en una vida mejor, como si no tuviera suficiente con el peso de mis propios pensamientos. Pse, si pudiera verse ahora mismo... no ha cambiado absolutamente nada. - No sé quien seguía creyendo en ti. - pienso, - A lo mejor el Maestro de Marionetas sea otro. -. Ya da igual, no puedo volver sobre mis pasos, ni extraerle la bala de apatía que tan fríamente he alojado en su cabeza.

Durante mi breve encuentro con Destino, el viento furioso ha decidido arrancar las pocas páginas que formaban el diario de mi vida. Las ha robado para entregárselas a los árboles, así podrán continuar con sus cotilleos y confabulaciones. Mis manos sólo sujetan un par de tapas negras. - Tendré que empezar de nuevo, como siempre. - suspiro al tiempo que saco una nueva libreta y desenrosco la caperuza de mi pluma. - Veamos, por donde empiezo...

Alguien me susurra, el sonido surge debajo de mí. Es mi propio reflejo, me ha seguido hasta aquí,. Cruzamos las miradas. Sonreímos. - Detén tus pasos y disponte a seguirme. Pues ayer yo fui lo que tú eres hoy... y mañana serás lo que ahora soy. - me dice.

- No me vengas con gilipolleces… todavía me quedan 14 balas en el cargador. -

miércoles, 15 de octubre de 2008

La Tinta, el Tintero y... la Niebla

Recoge tus cosas, tienes exactamente cinco minutos para preparar una mochila, una donde únicamente te quepa una muda de ropa - esa que siempre te deseo quitar -, un juego de sonrisas de usar y tirar y algún que otro manual de 'Como configurar nuestros sueños para entrar en guerra con la realidad'. Esta vez te prometo no portarme mal, sólo lo suficiente para que no te olvides de respirar. ¿Preguntas qué es lo que llevo en mi macuto? Ya sabes, lo de siempre: secretos olvidados, que te iré contando para no aburrirnos demasiado, una cantimplora llena de lágrimas que nunca derramé y un aislante para poder dormir en todos esos lugares en donde te perdí.

Parece que el tiempo acompaña, serán dos o tres días más aunque en mi trabajo ya he dicho que no se aburran demasiado si deciden esperar. Que llamen todo lo que quieran, que busquen hasta hartarse entre el cielo y la tierra. No pienso aparecer, ni siquiera para recoger lo poco que me olvidé mientras jugaba a ser una persona respetable. El dinero no me preocupa, allá donde vamos te aseguro que vale menos de lo que cuesta hacer reír o llorar, bueno, ya me entiendes. ¿Que por qué tantas prisas? No sé, recibí un mensaje, una señal que me gritaba - ¡CORRE HASTA QUE NO PUEDAS MÁS! - y decidí que por una vez, todo podría salir bien, que me sentaría bien poder paladear el sabor de la felicidad. Una sola vez, no pido nada más. El resto, si quieres te lo puedes quedar como recuerdo, algo que enmarcar y cuando pase un tiempo simplemente forme parte de las estanterías o este acumulando polvo en el fondo de algún cajón.

El tiempo no espera a nadie y nosotros no vamos a ser la excepción. Te ayudo con la mochila, y me pregunto que puñetas habrás metido para que pese tanto - y cómo lo has hecho sin que esto reviente al menor movimiento. -, un detalle que me ha sorprendido: ¿lo tenías todo previsto? Porque nada más llamar a tu puerta, con mis prisas arrasando el lugar, no te has inmutado, nada, simplemente me has sonreído y has desparecido rumbo a tu cuarto. Supongo que soy demasiado previsible ¿verdad? Mejor, así ya sabes por donde voy a salirte, aunque me apena un poco, porque nunca voy a poder sorprenderte. Por más que lo intente, por más que me esfuerce siempre irás un paso por delante, conociendo mis planes y jugando sucio. Como si realmente te asombrases con cada una de mis payasadas. Bueno, supongo que siempre podría ser peor, no habernos conocido por ejemplo, prefiero ni pensarlo, odio sentir ese escalofrío en mi alma cada vez que la idea hace acto de presencia.

Iremos directos a la estación central y pediremos un billete de ida a 'Cuanto-Más-Lejos-Mejor'. Siempre lo quise visitar, me han comentado que los paisajes y sus bosques son ideales para pasear, tal vez para perderse un rato y conocer a las gentes del lugar. La comida, magnífica, pero sin salir con el estomago que te vaya a explotar. Lo suficiente para una pequeña siesta, o que no se paren nuestros sueños por debajo de ese nórdico en el que tantas veces me hiciste vibrar. Además, siempre es temporada baja, creo que al gente no sabe donde está, únicamente has de estar preparado para pagar ese pequeño precio. Me han comentado que el tiempo casi siempre acompaña, únicamente con algunas tardes de lluvia o noches de tormenta - al menos es lo que ponía el folleto -. Ya sabes que no hace falta mucho para convencerme, con tal de saber que tú estarás allí; yo llamaré para conseguir reserva en cualquier hotel... dejar atrás nuestra decencia y ver si puede encontrar el camino de vuelta al amanecer.

Pero el sonido de ese dicho fax me devuelve a la realidad, a mi oficina, a todas las idas y venidas. Con sus sonrisas falsas y sus corbatas sin vida... si sólo pudiera tener en mis manos cinco minutos para nosotros dos... sólo cinco, no pido mucho más.

martes, 7 de octubre de 2008

La Tinta, el Tintero y... la Grapa

Siempre caminando con ese aire de auto suficiencia, creyéndote el rey del mundo. De este pequeño mundo formado por las cuatro tristes paredes de una oficina. Así es el responsable de esta área de desarrollo.

Has aprendido a usar nombres demasiado bonitos para poder esconder tus propias decepciones, las mismas que aprietan cada mañana el nudo de tu corbata. Cada uno de vosotros ha dado el salto de peón a alfil - como mucho a torre - y se puede distinguir a la legua tu frustración por seguir dentro del tablero de juego. Cada mañana, la historia de siempre, te levantas demasiado cansado, sin ganas de afeitarte y aún menos de desayunar. Te enfundas el traje y con media tonelada de gomina ajustas tu pelo y tu conciencia. En los días de reunión importante incluso llegas a usar esa colonia que te regaló tu cuñado. Con una acidez de estómago galopante llegas a tu pequeño despacho, cuando no hay suerte el asco se desdibuja en tu rostro al sentarte en una mesa en la misma sala que el resto de trabajadores.

No puedes evitarlo, tu mirada te delata, esa misma mirada que destila asco cada vez que te ves obligado a cruzar un simple - Hola, buenos días. - con alguien que sea de un rango inferior al tuyo. Aprendiste a sobrevivir, aún a costa de todos tus sacrificios, llevando con orgullo ese trozo de papel en el que se lee: 'Responsable de...'. Cada minuto que pasa dentro de la oficina viendo cómo el trabajo que organizas no sale adelante es un infierno; - No sé porque no los despedimos a todos. - piensas mientras ves a jóvenes dejándose la piel para poder terminar una tarea imposible. - Y encima, esta maldita empresa no les obliga a llevar traje. -. El mismo 'traje de súper héroe' que te obligan a llevar a ti, ¿cierto? Tus gestos de desprecio van aumentando con el paso del tiempo hasta que llega un momento en el que todo el mundo evita tu presencia como si fueras el portador de la peste. Sólo los demás responsables hablan contigo, de las mismas miserias cotidianas. Ni siquiera puedes emitir juicios de valor porque tu posición te lo impide; pero con que ganas le gritarías a ese que lleva el pelo con rastras, ese que se pasa ocho horas - con suerte - destripando los ordenadores que tú no sabes manejar para intentar arreglarlos de nuevo.

La vida te ha pasado factura, tantas horas sentado, tantas horas discutiendo, organizando han hecho mella en ti. Arrugas y canas aparecen sin tu aprobación por tu cuerpo, mientras el resto de tu cuerpo se encorva por el peso de la presión. Ninguna hora de gimnasio, no has tenido tiempo para eso. Quien no trabaja duro, no llega alto; pero cuando llegas a casa a diez de la noche con un plato frío esperándote - y una mujer que acaba de acostar a los niños - una voz interior te reconcome, te susurra que has perdido el tiempo, que no has vivido lo suficiente. En el otro lado de tu conciencia, otra voz te grita que esto lo haces porque eres un hombre de bien, porque la vida es dura. Cenas rápido, igual que la charla con tu mujer, mañana hay que levantarse temprano que vienen los auditores, pasado una reunión, al otro... has olvidado ya lo que es pasar una tarde con tu familia. La misma que formaste con una mujer que te amaba, con la que discutías, con la que al fin y al cabo compartías una vida.

Ese tiempo pasó, demasiado rápido, las ambiciones reclaman su parte del pastel y estas dispuesto a servirles una buena cantidad. Cuando te jubiles tal vez tengas tiempo, para poder recuperar algo de lo que no hiciste, sin prisas, descubriendo de nuevo el significado de la palabra disfrutar. Aunque los periódicos y las revistas hablan de lo contrario, demasiadas muertes prematuras por algo que llaman 'estrés'. No les haces caso, a ti eso no te va a pasar. Estas demasiado ocupado pensando en cómo subir un puesto más, un peldaño nada más. La competición es dura y no sabes muy bien cuanto has de sacrificar.

Tranquilo, no hace falta que le des más vueltas. Mañana será otro día en el que tal vez tengas un hueco para poder remediar todo este embrollo. Sí, durante la comida con los nuevos directivos, siempre hablan mucho y escuchan poco. Podrás evadirte y, con un poco de suerte, volver a soñar con todo aquello que tuviste que sacrificar. Con el único propósito de dejar atrás toda esa vida mediocre que fuiste incapaz de tragar.

domingo, 5 de octubre de 2008

La Tinta, el Tintero y... la Salvación

Todo es tan difícil de explicar, en especial cuando uno se acostumbra a vivir una vida en zig zag. Entras en la realidad, realizas una finta espectacular y vuelves de nuevo a tu mundo interior. Aquel que técnicamente no puede ser abordado al asalto, a la vieja usanza. Como si te ataran con una cuerda al ojo del huracán. No puedes estarte quieto mientras todo a tu alrededor gira sin parar, puedes intentar escapar sí, aunque dentro de cinco minutos volverás a luchar por conseguir un poco de aire fresco. El juego en sí, al menos para mí, resulta divertido. Mi ritmo particular, mis libros, mis películas, mis tonterías esparcidas sin sentido aquí y allá. Si me aburro, pulso el interruptor de apagado y me hundo en este universo alejado de la batalla principal.

Como todos sabemos, todas las historias tienen un 'pero'. Un '¿Y si...?' demasiado agradable como para ignorarlo. ¿Qué ocurriría sin en uno de esos tirones te estampases contra un muro? A parte del tremendo morrazo, te pararías a pensar en un discreto - Vaya, ¿A mí? ¿Por qué? -. A todo el mundo le llega su hora, quieras o no quieras, por muy despistado que estés, por muy cabezota que quieras ser o por muy rebelde-hippie que seas contra la sociedad. Te llega, es inevitable. En mi mano tenía dos opciones: seguir y derribar aquel muro o plantarle cara. Escogí la segunda. Simplemente porque algo me llamó la atención, tal vez fue esa fuerza que yo no poseo, tal vez esa voz que tiene cuando se cabrea, esa sinceridad o el propio misterio de las historias que no me quiere contar. No lo sé, supongo que eso lo convierte en algo especial. Nunca sabes por qué pero aún así tomas una decisión, la cual después de tantísimos años de aguantar los golpes, las idas y venidas, las ideas locas y ese extraño nihilismo que tanto me caracteriza - armado, dirían algunos - te plantees si serás capaz de darlo todo, como antaño hiciste, pero esta vez no por ti sino por ella. La respuesta, sin duda alguna, es sí. Los caminos de rosas los podrás encontrar en las leyendas, yo quiero una vida normal, una en donde la necesidad de discutir, de hablar, de conocernos, de seguir siempre adelante no se resuma en el sonido de un despertador al lado de una cama vacía.

Los momentos felices e infelices se sucederán, como en todas las buenas historias, las tardes tumbados en el sofá, en silencio, sin decirnos nada más, únicamente acariciando su pelo, perdiéndome en su mirar. En esos días de lluvia y viento donde nuestras discusiones intimiden a los propios truenos. Con nuestros reencuentros en la intimidad, en donde a solas seré yo el único que te pueda saborear e incluso, en esos veranos donde buscarnos se convierta en un juego peligroso, donde ni siquiera el sol se atrevería a rivalizar con el calor de nuestros besos.

Nada será fácil, eso lo tengo claro, pero por nada del mundo dejaría de luchar a su lado. Necesitaré que me cuelguen el cartel de: 'No molestar, estamos ocupados'. Ver por fin el mundo con otro par de ojos e intentar recuperar todo el tiempo que he desperdiciado. Que alguien me haga ver que realmente no está todo perdido, que realmente entre toda esta espesura existe un camino, algo distinto, algo que realmente merezca la pena ser vivido. Sin que sientan la obligación de rubricar mis últimos actos, ni mis últimas palabras. Simplemente por el hecho de saber que está ahí, sin más. De saber que siempre la tendré a mi lado, que siempre podré confiar, en la que siempre me podré apoyar. Supongo que todo adquiere un sabor extraño, uno que hacía tiempo que no había probado. He de confesar que ahora, y aún por lo poco que hemos pasado, no podría dejar de paladearlo.

¡Ah! Antes de que se me olvide, todos los buenos y malos momentos, aquellos por los que jamás te arrepentirías de nada de lo sucedido, tienen nombre y apellidos. Todo esto que os estoy confesando lo encontré en una mujer llamada: Soraya A.C.

miércoles, 1 de octubre de 2008

La Tinta, el Tintero y... el Destierro

¿A qué estas esperando? La cuestión te martillea una y otra vez, ¿a qué estas esperando? Eso mismo me pregunto yo. Cada vez que miro en el espejo, cuando me reflejo en los charcos sobre el cemento, al caminar sin descanso entre mentiras con sabor a beso barato. No nos puede costar tanto.

Se me antoja salir corriendo, quedar contigo en la salida de cualquier línea de metro. Quedar como siempre pero hacerlo como nunca. Con lo poco que tenemos entre manos. Con todas las miradas puestas en nuestros sarcásticos comentarios. El momento ha llegado, las miradas de los demás ya no importan demasiado, ahora sólo me preocupa conocer el color de la ropa íntima que guardas tras tus labios. No puedo esperar ni un minuto más, me he cansado de ver como te has dejado llevar. Ni todas tus manías, ni todas tus luchas han servido de nada. No logro comprender porque has dejado de pelear, en qué instante decidiste que era mejor permanecer que echar a volar con cada nueva brisa que te susurraban mis besos. A cada día que pasa, a cada sol que se marcha, nos resulta un poco más difícil seguir adelante, lo notaba en tus ojos, en tus gestos, en como ibas perdiendo esa sonrisa que te regalo el viento. Un día de estos, te lo juro, me presento en tu casa y como no me abras tendrá que llevarme la policía a rastras.

Ahora me veré obligado a recordarte nuestro oscuro pacto, aquel que sellamos una tórrida noche de vete a saber tú qué año. No está permitido retirarse, no esta permitido huir, ni se te ocurra abandonar, las únicas reglas que mandan son aquellas que jamás serán escritas, aquellas cuyas únicas huellas no duran más que las caricias que dejo sobre tu cuello. Vas a tener que sobreponerte, la única ventaja que tienes se reduce a la hora en la que me dejen escapar de estas cuatro paredes, estas que encierran todas las envidias, todas mis ganas contenidas y todas las broncas porque nunca sacamos el trabajo a tiempo. Vuelve en ti, o es que ya no te acuerdas de lo que fuimos capaces hace tan solo unos meses. En serio, me estoy cabreando, no quiero tener que emborracharte para que comiences a soltar prenda, aunque me resulta gracioso porque esa era nuestra excusa perfecta para terminar metiéndonos mano por debajo de nuestras conciencias y en más de una ocasión de nuestras camisas.

La única oportunidad que tienes es volver a soñar, mientras paseas sin rumbo, mientras te pierdes o te encuentras en todas aquellas barras de bar, sueña que me maldices, que odias todo lo que te rodea, que ningún sueño lo veras cumplido. Con aquellos días en los que el miedo era una palabra vacía en el diccionario. Despierta junto a mí o con quien sea, imagina que te ríes sin parar o rompes en llanto por esa maldita casualidad. Piensa en cómo sería todo, con cuantas miradas te podrías cruzar. En tenerlo todo, una vida tranquila o disfrutando de cada amanecer dibujado en tu pupilas. Oblígame a ser tu cazador particular en nuestra pequeña zona de guerra. Olvídate de mí pero espérame con la mirada perdida debajo de cada soportal.

Sueña con lo que te de la gana... pero sueña con algo, maldita sea.